Efectos Negativos de
la Televisión en los Niños
La violencia en la televisión y el cine es
perjudicial para los niños. Cuarenta años de investigación han llegado a la
conclusión de que la exposición repetida a niveles
altos de violencia en los medios de comunicación les
enseña a algunos niños y adolescentes a resolver
los conflictos interpersonales con violencia, y, a muchos otros, a ser
diferentes a esa solución. Bajo la tutela de los medios de
comunicación y a una edad cada vez más temprana,
los niños están recurriendo a la violencia, no como
último sino como primer recurso para resolver los conflictos.
En publicaciones profesionales que no suelen llegar al
público general, hay miles de artículos que
documentan los efectos negativos de los medios de
comunicación en la juventud,
particularmente los efectos de violencia que muestran. Los
niños que ven televisión durante más horas
son m{as agresivos y pesimistas, menos imaginativos y
empáticos, tienden a ser más obesos y no son tan
buenos estudiantes como los niños que ven menos
televisión. Cada vez es mayor ña
preocupación por el hecho de que se ha mantenido oculta la
" real" de
la violencia en los medios de comunicación y sus efectos
en los niños.
Al dirigirse al Comité Senatorial de los Estados
Unidos para asuntos gubernamentales, Leonard Eron, una autoridad en
el tema de la influencia de los medios de comunicación en
los niños dijo:
"Ya no queda duda alguna de que la exposición
repetida a la violencia en la televisión es una de las
causas del comportamiento agresivo, el crimen y la violencia en
la sociedad. La
evidencia procede tanto de estudios realizados en laboratorios
como de la vida real. La violencia de la televisión afecta
a los niños de ambos sexos, de todas las edades y de todos
los niveles socioeconómicos y de inteligencia.
Estos efectos no se limitan a este país ni a los
niños predispuestos a la agresividad".
Las principales organizaciones de
atención a la infancia han
estudiado los efectos que producen en los niños la
violencia de los medios de comunicación y han publicado
artículos en los cuales fijan su posición.
Entidades tanto gubernamentales como académicas han hecho
un llamamiento para ponerle freno a la violencia en cine y
televisión. Los hallazgos de todas estas entidades
corresponden a las conclusiones ineludibles de decenios de
investigación de las ciencias sociales. Médicos, terapeutas, maestros y
profesionales dedicados a la juventud
están haciendo todo lo posible por ayudarles a los
jóvenes que, influenciados permanentemente por
imágenes que alteran la violencia impulsiva, encuentran
cada vez más difícil manejar las inevitables
frustraciones de la vida cotidiana.
En nuestra sociedad, el homicidio es la
principal causa de muerte de
grandes segmentos de la juventud, y hay muchos hombres
jóvenes en prisión. La s raíces de la
violencia de nuestra sociedad son complejas. Como sabemos, entre
ella están la pobreza, el
abuso infantil, el alcoholismo y
el uso de las drogas psicotrópicas, pero también debemos tomar en
consideración el papel que
desempeñan las imágenes que nuestros niños
ven en la pantalla durante las tres horas y media que diariamente
le dedican a la televisión.
Hay una gran brecha entre los hallazgos de las investigaciones y
lo que el público sabe acerca de los efectos perjudiciales
que tiene la violencia que muestran los medios de
comunicación. Esto no debe sorprendernos. A menudo, la educación
pública se queda atrás de la investigación
especialmente cuando hay de por medio grandes intereses
económicos. Por ejemplo, los ejecutivos de las empresas tabacaleras siguen insistiendo en que "todavía no existen pruebas científicas concluyentes de que fumar tenga
relación con el cáncer" . La industria del
espectáculo perdería gigantescas sumas de dinero si la
violencia – una forma segura y barata de entretenimiento
– se volviera menos popular.
Cuando la ciencia algo de crucial interés
público, suele depender de la cooperación de los
medios de comunicación para garantizar que esa información le llegue a una gran audiencia.
Buena parte del éxito de la campaña contra el
cigarrillo se debió al intenso esfuerzo de los medios de
comunicación por educar al público. Los medios
también han desempeñado un papel
significativo en la educación sobre las ventajas de
utilizar el cinturón de seguridad, la
necesidad de utilizar en los automóviles asientos
especiales para los niños y la inconveniencia de beber y
conducir. Como resultado, se ha reducido significativamente el
numero de muertes de jóvenes y adolescentes en accidentes automovilísticos. Sin embargo, la violencia entre los
niños y los adolescentes se ha disparado. Los
investigadores concuerdan en que esto se debe, en parte, a la
manera ininterrumpida en que los medios de comunicación
glorifican la violencia. No obstante, esos hallazgos han sido
pasados por alto, negados, atacados o tergiversados como
resultado de la posición autoprotectora de la industria del
espectáculo.
Con frecuencia vemos evidencias de la relación
que hay entre crímenes horrendos y la exposición a
los medios de comunicación. En 1992, por ejemplo, un periódico citaba las palabras de un asesino
en serie que mató a su primera víctima imitando una
escena de la película Robocop II:
"En la película vi cómo le cortó la
garganta a una persona, luego
tomó un cuchillo y la rajó desde el pecho hasta el
estomago y dejo el cuerpo en cierta posición. A la primera
persona que asesiné le hice exactamente lo que vi en la
película" .
Ya es hora de dejar atrás el debate en torno a la responsabilidad le cabe a la industria del
espectáculo por estos delitos. El punto
no es si los medios de comunicación son la causa de los
delitos como
estos (no lo son), sino si los medios son un factor importante
entre los múltiples factores causales de los delitos
(sí lo son). La violencia suele ser resultado de la interacción de factores personales, sociales y
ambientales. La televisión se ha convertido en un poderoso
factor ambiental que influye en conductas, actitudes y
valores. En muchos hogares, la televisión amenaza la
tradicional tríada de la socialización: familia, escuela e iglesia. Sin
embargo, aunque la violencia arbitraria y excesiva en los medios
de comunicación contribuye a la delincuencia,
es un factor que se puede revertir con facilidad. Sencillamente,
debemos contarle a nuestros hijos historias que favorezcan su
sano desarrollo y
afiancen las conductas positivas, en lugar de permitir que los
medios de comunicación fomenten las conductas
negativas.
Al salir de la escuela
secundaria, los niños que han pasado por 50 por ciento
más tiempo frente al televisor que frente a sus maestros.
En un hogar promedio el televisor dura prendido más de
siete horas diarias, y un niño promedio ve entre tres y
cuatro horas de televisión al día4. La
mayor parte de ese tiempo los niños ven programas que no
están dirigidos a la audiencia infantil: concursos,
melodramas y videos musicales. La televisión no distingue
entre sus espectadores. Si tienes cuatro años y puedes
prender el aparato, entonces tienes derecho a obtener la misma
información que un joven de catorce años o un
adulto de cuarenta. La televisión ha modificado la naturaleza de
la infancia; ha
derrumbado muchas de las barreras tradicionales que
protegían a los niños de las duras realidades de la
vida adulta. Por eso no debe sorprender a nadie que los
niños que ven mucha televisión sean más
pesimistas que los que ven menos televisión. Esos
niños han estado
expuestos a un mundo de violencia, sexo, mercantilismo y traición muy por encima de su capacidad
emocional.
George Gerbner, decano emérito del Colegio
Annenberg de Comunicaciones, cree que la televisión "le
cuenta a la mayor parte de la gente la mayor parte de las
historias la mayor parte del tiempo". La televisión
"cultiva" la percepción del televidente acerca de la
sociedad, y fomenta la creencia de que el mundo real es
más o menos como el mundo de ficción que muestra.. La
televisión se ha convertido en el crisol del siglo veinte.
Nos hace compartir un conjunto de creencias y suposiciones acerca
de la manera en que el mundo funciona, y es parte fundamental de
la vida de muchas personas.
Los directivos de las cadenas de televisión son
muy hábiles a la hora de explotar nuestra sensación
de que la televisión es una especie de pegamento cultural
que nos aglutina como sociedad. En una entrevista de
TV Guía, Judy Price, vicepresidente de
programación infantil de la CBS, dijo: "Ningún
niño puede ser el único de su grupo que no vea los
Power Rangers"5. Esta afirmación pone de relieve uno de
los objetivos
fundamentales de la publicidad en los
medios de comunicación. Además de hacer que las
cosas parezcan conocidas y deseables, los medios deben crear la
sensación de que existe una necesidad social.
"Ningún niño puede ser el único de su grupo
que no vea los Power Rangers" implica que si a un
niño se le impide participar de esta experiencia, al mismo
tiempo se le estará impidiendo tomar parte en la vida
social de su grupo. Aunque parte de la conversación en los
patios de recreo, sitios de trabajo y hogares giran en torno a las
experiencias que la mayor parte de la gente ve en los medios de
comunicación, no hay razón para culpabilizar a los
padres que toman medidas para proteger a sus hijos contra el
exceso de violencia en los programas de
televisión.
Esa manipulación de los directivos de la
industria del espectáculo es preocupante pero reveladora.
Los ejecutivos de los medios de comunicación exigen a voz
en cuello que los padres se "responsabilicen" más por sus
hijos a la hora de ver televisión. "¿Cuándo
van a dejar de culpar a los medios para empezar a prestarle
atención al ambiente del
hogar y a la necesidad de que los padres vigilen lo que sus hijos
ven?", pregunta un conocido productor de Hollywood6.
Sin embargo, a los padres y políticos que respaldan la
utilización del dispositivo para controlar el acceso a los
programas de violencia (V-chip), los líderes de la
industria – que se oponen al dispositivo- les dicen que la
violencia debe ser evaluada "caso por caso". No es casual que los
padres se sientan tan incapaces de controlar el acceso a los
medios que desaprueban. Mientras que los ejecutivos de la
televisión aparentan estar de acuerdo con la necesidad de
que los adultos supervisen lo que sus hijos ven en la
televisión, sus actuaciones se encaminan a eludir la
autoridad
paterna.
La televisión, en sí misma, no debe ser
satanizada. Puede ser un instrumento eficaz para el desarrollo y
enriquecimiento humano. Programas excelentes han demostrado que
la televisión les puede enseñar a los niños
nuevas habilidades, ampliar su visión del mundo y promover
actitudes y conductas prosociales. Sin embargo, la
televisión comercial tiene objetivos
diferentes del desarrollo
personal y cultural. Su objetivo es
hacerse a la audiencia a los publicistas.
A los publicistas les gustas los programas que tienen
una buena trayectoria y fórmulas comprobadas para ganar
audiencia. Ésa es la razón por la que gran parte de
lo que ofrece la televisión nos parece repetitivo y
predecible.
Es posible que tengamos acceso a cientos de canales,
pero, en realidad, la clase de historias que vemos es
sorprendentemente limitada. Por tanto, la televisión
cultiva una perspectiva común. A menudo, esa perspectiva
incluye una visión de la violencia como mecanismo usual,
aceptable e, incluso, admirable de resolver los conflictos. Esa
visión le resta importancia al costo, en vidas
humanas, tiene la violencia.
Los medios de comunicación, como propagadores
importantes de actitudes, suposiciones y valores, no pueden darse
el lujo de eludir sus responsabilidades y limitarse a hacer valer
sus derechos. Si bien
la televisión no mata gente da las ideas, la
aprobación social, y, a menudo, hasta las instrucciones
que estimulan la conducta antisocial. Quienes se benefician de las enormes oportunidades
que ofrece la industria del espectáculo para ganar
dinero y
adquirir estatus deben actuar como ciudadanos – no
sólo de los padres – brindarles a los niños
un ambiente
culturalmente sano.
Los efectos de los medio de comunicación no son
triviales. Por ejemplo, es un hecho bien conocido que los
índices de suicidio aumentan
después del suicidio de una
celebridad si se le da un gran cubrimiento. El tan publicitado
suicidio de Kurt Cobain, principal cantante del grupo de rock Nirvana, dio
por resultado muchos suicidios de adolescentes, especialmente
varones, que buscaban imitar a su ídolo. "Cuando Kurt
Cobain murió, yo morí con él", decía
la nota que dejó un joven de dieciocho años, que
había hecho un pacto con dos amigos para suicidarse cuando
Cobain muriera7 . esto no significa que hubiera sido
mejor no cubrir esta noticia; pero la ciencia ha
puesto a nuestro alcance suficientes resultados de
investigación como para poder predecir
que el cubrimiento sensacionalista e incesante del suicidio de
Cobain estaba destinado a producir un aumento en el número
de suicidios entre adolescentes. Los padres deben estar
conscientes de que el cubrimiento sensacionalista de los
crímenes y suicidios de jóvenes celebridades puede
ser emocionalmente devastador para los adolescentes vulnerables.
La toma de consciencia y la supervisión de los padres, así como
la discusión, son variables esenciales para prevenir más tragedias.
Aunque los crímenes por imitación son
particularmente penosos, ponen de relieve el
poder de los
medios de comunicación, los cuales llegan,
prácticamente, a todos los hogares. Establecer normas sociales
nunca se puede considerar "trivial". Si usted está en la
tercera edad, no es trivial que los medios insistan en reducirlo
a la condición de inútil papanatas. Si es mujer no es
trivial que todas las presentadoras de noticias tengan entre diez
y veinte años menos que sus colegas masculinos. Y si usted
es un padre que está tratando de inculcarles a sus hijos
valores como la laboriosidad y la buena educación, no es
trivial que la serie de dibujos
animados Beavis y Butt-head, del canal musical TV, se haya
convertido en un modelo de holgazanería e insensibilidad
para los adolescentes.
Las imágenes tienen consecuencias que a menudo
son perturbadoras y trágicas. Mi hijo de once años
y yo prendimos una noche la televisión para ver un
noticiero y escuchamos un breve anuncio de exoneración de
responsabilidad acerca de las "imágenes
perturbadoras", seguido de escenas de niños muertos y
gravemente heridos. En una ciudad vecina, una camioneta se
había estrellado contra el patio de recreo de una escuela
y había matado a un niño y herido gravemente a
varios más. En los segundos que me demoré en
cambiar de canal, esas imágenes sangrientas quedaron
grabadas en nuestras mentes. Esa noche mi hijo tuvo mucha
dificultad para conciliar el sueño y tuvo pesadillas.
¿Eran necesarias esas escenas? ¿Nos enseño
algo importante para conocer el mundo o para manejar nuestra
vida? No lo creo. En cambio, creo
que esa cadena de televisión estaba siguiendo el
tradicional cliché: "Cuanta más sangre, tanta
más audiencia".
La base de toda sociedad es un conjunto de valores
razonablemente compartidos. Podemos definirnos individualmente
como liberales o conservadores, gobiernistas o antigobernistas;
sin embargo, es un hecho que, como sociedad , compartimos un
conjunto de valores básicos que nos
caracterizan8. Entre esos valores están la
lealtad, la responsabilidad, la familia, la
integridad, el coraje, el respeto por los
derechos
individuales y la tolerancia hacia
la diversidad.
La palabra derechos salió a relucir muchas
veces durante mi discusión con varios ejecutivos de los
medios: derechos individuales, derechos creativos, y, como era de
esperar, derechos fundamentales. Y aunque originalmente la democracia se
fundó más sobre la noción de
"responsabilidad común" que sobre la de derechos
individuales, nuestra sociedad ha pasado su foco de
atención de las responsabilidades a los derechos. Pero los
derechos conllevan responsabilidades que no se pueden pasar por
alto. Ninguno de nosotros - padres, políticos, ejecutivos
de los medios de comunicación o grupos con intereses
especiales – puede darse el lujo de olvidar que junto con
la serie extraordinaria de derechos de los cuales disfrutamos en
una democracia,
hay una serie igualmente extraordinaria de
responsabilidades.
Cuando los ejecutivos de la industria del
espectáculo insisten en que las ganancias anteceden a la
responsabilidad, no están viviendo de acuerdo con su
compromiso de servir al público. Cuando los padres
permitimos que nuestros hijos vean horas enteras de violencia
irracional, no estamos viviendo de acuerdo con nuestro compromiso
de proteger y formar a nuestros hijos. Los niños
están siendo lastimados. Son lastimados cuando son
víctimas o autores de una violencia insensata, que los
medios de comunicación exaltan. Son lastimados cuando ven
el mundo como un lugar corrupto y aterrador, en el cual solamente
los bienes de consumo proporcionan satisfacción y paz mental. Son lastimados
cuando se vuelven tan dependientes de las ráfagas de las armas de fuego
y de los efectos visuales prefabricados que ya no pueden inventar
sus propias imágenes o soñar sus propios
sueños. Es hora de dejar de lastimar al sector más
vulnerable de nuestra población. Es hora de empezar a proteger a
nuestros hijos.