domingo, 26 de agosto de 2012

EL ETERNAUTA (2)




Vale la pena recordar que para Oesterheld y sus lectores deslumbrados, y en muchos casos consecuentes –los que teníamos 12 años, por ejemplo, cuando vimos a Juan Salvo golpearse el pecho como Tarzán bajo la nevada en la puerta de su casa–, la aventura no es el pelotudeo (irresponsable o no) de vivir peligrosa o gratuitamente fuera de reglas o de fronteras conocidas; metiéndose en líos o cambiando de trenes, de minas, de camas o de causas, sino otra cosa un poco más sutil: tener una aventura es encontrarse en una coyuntura en que está comprometido el sentido último de la vida personal yreconocerlo

Es decir: no es algo que simplemente le pase a alguien sino que es algo que alguien elige que le pase.

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