martes, 14 de mayo de 2013

MITOS DE LA CREACIÓN

MITO KOGI - COLOMBIA
 
Fué Hátei Se, el Padre Pene, quien procreó la vida con Kangushína, la vulva, ambos designados como los chamanes originales. Ella fué la primera manifestación de la Madre Universal quien, en otra de sus múltiples personificaciones, fué la hija del Trueno, un principio fálico. De esta unión nació el principio de la Oscuridad y de ella surgió el principio de la Luz. Luego nacieron los cuatro Señores de los Puntos Cardinales y éstos, eventualmente, adquirieron las características de seres divinos, cada uno dotado de ciertos rasgos físicos, de atavíos y parafernalia distintivos y de ciertos poderes explícitos. Eran el Señor de la Tierra, el Señor del Agua, el Señor de los Animales y el Señor de las Plantas. El hijo del Señor de la Obscuridad era un ave negra, llamada ávui. 
Todo eso ocurrió en la más absoluta obscuridad pero entonces comenzó a amanecer. Luego el Señor del Cenit, un ser solar, previno a todos los pájaros que no cantaran; pero la pava cantó antes del amanecer y así lo hicieron varias otras aves; desde entonces son perseguidas por los hombres como presa. Pero los otros pájaros no cantaron. En aquel entonces los pájaros eran gente... entonces escogieron sus plumajes... blanco, amarillo, rojo, de todos los colores del cielo al amanecer el día. Hasta hoy en día los pájaros forman grandes parentelas y entre ciertas de ellas —rapaces, loros, aves marinas, etc.— hay un parentesco o, por lo menos, una relación jerárquica en términos de hermanos mayores y hermanos menores.

MITO OKAINA - COLOMBIA

El Padre Creador,
sentado en el aire,
averiguaba muchas cosas.

Se sentó y comenzó a crear todas las cosas.
Cerró sus ojos y apareció una bolita negrita,
apareció entre algo que era nada.
Al cerrar los ojos veía una bolita negra.
Abría los ojos y no veía nada.
Cerraba los ojos de nuevo y esa bolita se agrandaba.

Esa bolita es la que tenemos en los ojos,
se agranda y se achica.
Luego de mucho sufrir
esa bolita que él vio vendría a ser su asiento.
(.. .)
Esa bolita vino amaneciendo,
vino apareciendo más y más cerca.
Al rato,
él empezó a hacer fuerza,
a luchar,
imaginando,
estudiando.
Se fue acercando poco a poco.
Él ya casi cogía esa bolita.
Al fin la agarró y en eso él se sentó quieto,
tranquilo.
Asi él comenzó a crear todas las cosas.

Eso que él miró cuando cerró sus ojos,
espiritualmente quedó en su vista.
(...)

MITO QUICHE - GUATEMALA

Aún no había gente ni animales ni pájaros ni nada. Sólo había el cielo y el mar quieto. En medio del silencio estaba Tepeu Gucumatz, al mismo tiempo la constructora y el creador, padre y madre, deslumbrante, cubierto de plumas verdes y azules. Así mismo existía la deidad del cielo, que con otro nombre se llama Huracán. 
Huracán fue a reunirse con Tepeu Gucumatz para hablar con él sobre cómo debían ser los dioses que se proponían crear. Pensaron que debían hacer la comida para que la gente pudiera alimentarse. Formaron primero la tierra, y poco a poco fueron apareciendo los montes, los valles, los bosques y las costas. Después pusieron animales en montes y montañas, pájaros, leones, tigres y culebras en los bejucos. Cada animal se creaba para servir de guardián. Y a cada guardián le fue dada una casa, a los pájaros se les dieron los nidos para habitar en ellos en árboles y bejucos. Así, cada animal sabiendo lo que debía hacer, fue eligiendo su guarida o su nido. Una vez creadas las bestias y los pájaros, el creador les pidió que gritaran para entenderse entre ellos. Les dijo que no se quedaran callados. Entonces Huracán, Chipi—Cacuihá, Raxa—Cacuihá, el Corazón del Cielo y de la Tierra y Gucumatz, que ya estaban todos ahí reunidos, les pidieron a los animales que dijeran sus nombres, los nombres de sus creadores. Pero los animales no pudieron hablar. Como castigo, porque sólo les salían graznidos, chillidos, lorieos y cacareos, su carne fue destinada a ser sacrificada y comida, y solamente para esto serían matados todos los animales que viven en la tierra. 
Los dioses se quedaron pensando cómo inventar una criatura que los llamase por su nombre y así recordara que fueron ellos y no otros sus creadores. Así es que crearon un ser grande que se movía con el impulso de los dioses. El problema que tenía este primer hombre, es que no sentía nada y al ponerlo en el agua se deshacía como un muñeco de arcilla. Decidieron pues, ir a hablar con Ixpiyacoc e Ixmucané, "dios solar tlacuache" y "dios solar coyote". 
Estos llamaron a más dioses y todos reunidos pensaron que les gustaría tener muñecos de madera que hablaran, así como la gente. Estos muñecos hablaban y podían tener hijos, pero no tenían sentimientos ni sabían que eran hijos del edificador y manifestador. Hablaban con boca enjuta. No tenían pies ni manos, ni venas, ni intestino, ni sangre. 
"Corazón del Cielo" los condenó a que desaparecieran de la tierra por causa de la muerte, y llegó una gran inundación en la que desaparecieron todos los hombres de madera. Tigres, conejos y águilas se comieron a estos hombres de madera, masticaron su carne y les sacaron las pepitas de los ojos, como castigo por habérselos comido. 
De los muñecos de madera, sólo los micos subsisten en los bosques y guatales. Luego los dioses decidieron probar a hacer los hombres con la mazorca amarilla y la mazorca blanca. Desgranaron y molieron la mazorca amarilla y la blanca y con ellas hicieron nueve bebidas hechiceras. Esto hizo Tepeu Gucumatz. Luego se pusieron a pensar cómo hacer a nuestros primeros padres y a nuestras primeras madres. La carne de los primeros hombres se hizo pues de maíz molido. La primera gente se llamó Balam-Quitzé, la segunda Balam-Acab, la tercera Mahucutah, y la cuarta Iqui Balam. Estos fueron los nombres de los primeros. Los dioses comprendieron su inteligencia al ver que veían y comprendían todo cuanto hay bajo el cielo. Grande era su sabiduría, que transmitieron a los valles, el mar y las costas. Cuando vieron todo lo que había a su alrededor, se dieron vuelta y dieron las gracias a sus creadores. No se cansaban de agradecerles, dieron las gracias tres y cuatro veces, pues estaban dichosos de ver todo lo que habían puesto y creado en la tierra. "Nos han dado la carne, la boca, el aliento, la tierra; nos han dado la capacidad de ver todo lo grande y lo pequeño, y por eso somos dichosos y estamos agradecidos". Pero a los dioses no les gustó que pudieran ver "todo lo grande y lo pequeño". 
"Creerán que pueden ser tan poderosos como nosotros", dijeron. Y decidieron entonces empañarles la vista, para que sólo pudieran ver lo que se hallaba cerca. 
Fue durante un sueño, que los primeros hombres recibieron a las hermosas mujeres que habrían de ser sus compañeras. Estos fueron pues sus nombres: Cahá-Paluna fue el nombre de la mujer de Balam-Quitzé; Chomiha fue el nombre de la mujer de Balam-Acab; Tzununihá, fue el nombre de la mujer de Mahucutá; y Caquixahá fue el nombre de la mujer de Iqui-BaIam. Ellos engendraron las gentes de las grandes y pequeñas tribus. Este fue pues, nuestro origen, el de la gente quiche, como descendientes de ellos.

MITO KUNA - PANAMÁ

El planeta era una masa de tierra compacta sin mar ni ríos ni quebradas ni hombres. Los únicos pobladores eran los animales hablaban como las personas de hoy y aquellos que tenían cuatro patas andaban sobre dos. Tal fue el paisaje que vio Ipelele Opa a su llegada. Pero un día su esposa vino ebria y él no supo a qué atribuirle la causa. Entonces se sacó una muela que se metamorfoseó en arriera y ella anduvo, anduvo hasta llegar a Ipuwala: era un árbol grande, frondoso, cuya copa era un bosque donde tenían los animales plantaciones de maíz, arroz, cañas de azúcar, guineos de jugo embriagante y otras plantas que servían de alimentos a los animales. 
Así fue como Ipelele Opa determinó talarlo. Congregó a los habitantes de la tierra y ellos obedecieron. Pese al esfuerzo que realizaron juntos aquel día lograron solamente la mitad de la tarea. Al día siguiente, cuanto Ipelele Opa y los animales llegaron para terminar de talar se maravillaron grandemente y no encontraron explicación alguna de cómo o por qué pudiese estar intacto el árbol. Acometieron con mayor esfuerzo. Trataron de terminar pronto. Trabajando los sorprendió la noche y se vieron obligados a irse al descanso. Ipuwala quedó solo, envuelto en la oscuridad, hasta la mañana siguiente en que llegó Ipelele Opa y su séquito de animales para reanudar el trabajo, pero el árbol estaba ya sin las cortaduras del día anterior. Pelele Opa montó en cólera, pero ninguno supo darle explicación alguna y volvió a mirar a Ipuwala: enorme, frondoso, intacto. 
Al llegar la noche, el árbol estaba cortado hasta la mitad únicamente. Se suspendió el trabajo. En esta ocasión se escondieron entre las malezas. Disimulados por las sombras, aparecieron: Olo No, sapo de brillantes ojos: Olo Nia, diablo dorado; Olo Naipe, serpiente de áurea mirada; Olo Achu, perro de oro; cada uno por cada uno de los cuatros puntos cardinales, respectivamente. Al llegar estos animales al árbol juntaron sus lenguas al corte e Ipuwala volvió a cerrarse, pero ellos murieron atravesados por las saetas invencibles del terrible flechador Puksu. 
Inmediatamente, en plena noche, Ipelele Opa y los animales se pusieron a talar y los pedazos que caían se transformaban en cangrejos, aretes, zorros, etc. Cuando llegó el sol, habían logrado cortar el árbol, pero no cayó por más que le mecían y remecían: sus frondosas ramas estaban enredadas con las nubes. Para desenredarlo, Ipele Opa llamó a una ardilla. 
Llevaba entre los dientes un machete, mas habiendo escalado un poco se resbaló y cayó cortándose la espalda: desde entonces se le conoce como Esttinkana, cortado con machete. "Sube tú", le ordenó al mono, pero al llegar a la copa, el animal no pudo desenredar el árbol ni tampoco se bajó. Desde entonces vive en los árboles con el nombre de aullador. 
En última instancia, llamó a una ardilla más pequeña, sin embargo ésta se negó aduciendo estar casado y en vista de ello Ipelele Opa le prometió otra mujer; la hija de Mastalipe. 
A pesar de todo, el héroe esperó dos días porque el animal le dijo que antes era preciso acostarse con ella. Ipele Opa le entregó un hacha de oro y además determinó regalarle un vestido dorado al finalizar el trabajo. El animal se preparó a la vista del público. Tomó impulso. Se oyó el hachazo y en medio del más ruidoso de los estruendos se desplomó el árbol y de él nacieron los mares, los ríos y las quebradas; pero nunca más se supo de la pequeña ardilla. 
Con una fiesta de gran solemnidad se celebró este hecho, pero hubo peleas al embriagarse los animales y por ello Ipelele Opa los castigó haciéndoles perder los caracteres humanos y así fueron arrojados hacia las selvas y aquellos que andaban sobre dos patas anduvieron sobre cuatro y las plantaciones quedaron para los hombres que nacerían con el tiempo. 
Después de este acontecimiento el héroe subió al Cielo. Luego envió a Ipelele Sipukua y a su esposa a la tierra. A su arribo se detuvieron en las verdes pestañas del árbol del calabazo, en la cima de la montaña Takarkuna (la cuna de los kunas). Esta pareja tuvo hijos y sobrinos entre los cuales se puede contar a Ipelele Okkelele, que también tuvo hijos y sobrinos, como Ipelele Kakkatottokun, por ejemplo, quien a su vez tuvo hijos y sobrinos y así sucesivamente hasta que nacieron los Tule. Tal es la historia de Ipuwala, tal el nacimiento de los mares, de los ríos y de las quebradas, tal la genealogía de los kunas.
   
FUENTE
MITOSLA.BLOGSPOT.COM

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