viernes, 18 de abril de 2014

DEFINICIONES DE LITERATURA

¿Qué o quién hace que un texto pueda entrar dentro de la categoría literatura? ¿Dónde reside la literariedad? ¿En el carácter ficccional? ¿En ciertas peculiaridades formales, como propusieron los formalistas rusos? ¿En la intención que guía el acto de escritura? ¿En el acto de lectura? ¿En el valor que le asignan ciertas instituciones a determinados textos? Creo que ninguna de esas posibilidades es completamente desacertada.

La literatura nace cuando a alguien (podríamos decir Homero en la tradición occidental europea) toma un hecho histórico sin el imperativo de transmitir su verdad histórica. Mientras que en la vida cotidiana y en la ciencia, el lenguaje lleva implícita una presunción de verdad (ver la máxima de calidad de Grice), la literatura es invención aunque incorpore hechos o personajes reales. Esta caracterísitca la absuelve del criterio de verdad/falsedad. En los textos realistas, el autor busca construir ambientes creíbles, que imiten la vida real, está creando la verosimilitud. Aquí tenemos la ficción.

En esa recreación de materiales y experiencias de la vida, el lenguaje se aleja de su objetivo referencial para volcarse a la creación de mundos, para construir discursivamente un universo que pueda ser vivido y revivido por el lector. Para esto, el lenguaje cotidiano, trillado, sedimentado resulta insuficiente; el lenguaje literario se dinamita, se condensa, se pliega sobre sí mismo, se desvía de lo estable y unívoco, se reinventa a través de juegos y figuras, mira la vida cotidiana desde perspectivas insospechadas; como consecuencia, el universo que emerge es extraño, requiere que la lectura se detenga, se concentre. Dentro de los tropos, la metáfora ha sido elevada a reina de la literatura y destronada por quienes arguyen que no es privativa de la literatura. Si bien es verdad que la vida cotidiana está repleta de metáforas y quizás todo nuestra configuración conceptual sea metafórica, debemos distinguir, siguiendo a Ricoeur, entre las metáforas muertas (aquellas que ni siquiera se perciben como tal, como “pata de la mesa”, “tomar una decisión”, “el ojo de la tormenta”, es decir, las metáforas lexicalizadas y las tradicionales) y las metáforas vivas, aquella que develan nuevas afinidades, que sorprenden, que instauran una nueva realidad.

¿Un texto nace o se hace literario? La mayoría de los textos literarios fueron concebidos y gestados como literatura, pero no todos. Muchos fueron envestidos de carácter literario por sus lectores o por instituciones consagratorias y pasaron a formar parte del canon literario. Por ejemplo, el poema conocido como La Argentina (Lisboa, 1602) de Martín del Barco Centenera fue escrito como ‘historia’ veraz aunque hoy integre el canon de la literatura argentina. Las crónicas de Indias, que se pueden leer como literatura aunque su componente histórico y etnográfico sea ineludible, fueron fuente de inspiración para obras literarias como el cuento “El hambre” de Mujica Láinez y la novela "El entenado" de Juan José Saer. La intertextualidad nos muestra el diálogo diacrónico entre textos y nos permite comprender que no hay fronteras definidas entre la literatura y otros ámbitos del conocimiento humano.
 
FUENTE
MARINA MENÉNDEZ
   

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