sábado, 20 de marzo de 2021

EL ESPAÑOL DE AMÉRICA

LA UNIFORMIDAD DEL ESPAÑOL AMERICANO

El español llevado a América por los conquistadores evolucionó de distinto modo según las regiones y las zonas de influencia de las lenguas aborígenes. Todo dependió también del nivel de cultura de la región: así no se puede comparar la región de Río de la Plata, de escasa cultura, con las altas culturas de los mayas y aztecas de México o de los incas en el Perú. Es importante para estudiar la evolución del español en América tener en cuenta que los conquistadores eran de diferentes provincias españolas. Las diferencias entre el español americano y el castellano peninsular son, sin embargo, no tan grandes como a veces se piensa. Las características típicas del castellano de América se encuentran ya en la Península: Canarias, Andalucía, Galicia.
Ya Cristóbal Colón llevó en sus viajes intérpretes. Él sabía las lenguas mediterráneas y sus intérpretes dominaban lenguas asiáticas. Al llegar a la isla de El Salvador comprobaron que los indios no entendían ninguna de las lenguas de los intérpretes. Colón tomó en su barco a cinco indígenas, que asustados se tiraron al mar y cuando llegaron a Santo Domingo no quedaba más que uno de ellos. Al llegar a Cuba con unos indígenas de Haití, después de dos semanas de viaje, los indígenas ya conocían algunas palabras españolas. Se entendieron algo con los cubanos, notaron el parentesco entre la lengua de los indígenas de El Salvador, de Cuba y Haití. Era la lengua llamada el taíno, que tiene una importancia principal en la historia de la lengua española.
El taíno pertenecía al gran grupo lingüístico arahuaco, una gran familia lingüística que se extendía desde las Grandes Antillas, por muchos territorios de América del Sur. No quedan restos del taíno ni de la población que lo hable, de modo que no se sabe cómo era esta lengua. Pero el taíno fue la lengua que más influyó en el español americano, más que el náhuatl y el quechua. El taíno fue la primera lengua que conocieron los españoles en América y recogieron las palabras indígenas para nombrar las cosas que no tenían. Así pasaron al español las primeras palabras indígenas: canoa, bohío, maíz, tabaco. Era el taíno una de las más pequeñas lenguas indígenas.
Si se suman los americanismos, la lengua española tiene más americanismos que vocablos de origen e influencia árabes. No existe una uniformidad lingüística completa en la América Hispana, pero sus variedades son menos discordantes entre sí que los dialectismos peninsulares. Sin embargo, es hoy más uniforme el español en Hispanoamérica que lo era, cuando este pertenecía a España. Esto se debe a que en el siglo XIX se multiplicó la instrucción pública, con lo que se redujo el analfabetismo. La escuela ha sido el instrumento de uniformidad, de modo que el español escrito es como el de la península, prescindiendo de determinadas formas léxicas.
El español no ha producido ninguna lengua criolla. La lengua criolla consiste en una simplificación de la lengua corriente para reducirla a sus elementos primarios. Se reducen las formas verbales, el singular y el plural, los géneros se suprimen, queda una sola forma. Es la omisión de las partes orgánicas de una lengua que pueden ser difíciles para el aprendizaje. Es la reducción de la lengua al pasar de una cultura superior a otra inferior. El francés ha producido muchos dialectos criollos. Al salir de Francia, el francés empieza a perder fuerza, por ejemplo, en Haití. El portugués ha producido también mucho criollismo. El inglés tiene varias formas criollas: como en Guayana. El único ejemplo de presunta lengua criolla del español es el papiamento, que en el fondo tiene influencia portuguesa, holandesa y española sefardita. No es una lengua criolla española, pero sí portuguesa. Los judíos expulsados de España se fueron a Holanda y de allí pasaron a la colonia holandesa de Curazao (Caribe), de ahí viene la influencia del español en el papiamento.
¿Por qué el español no tiene criollismos? Santo Domingo habla español, mientras que Haití habla criollo y no francés. Quizás se deba a la tradición española del buen hablar que ha contribuido a la unidad del español en América. En España el sentimiento de hablar bien pasa a incorporarse a la personalidad. El hablar bien es señal de señorío, aunque falten riquezas, la lengua iguala en grandeza y señorío a todos. Una palabra mal dicha, que pueda despertar la sonrisa de los demás, es una vergüenza que hace sentirse inferior. La sobrevaloración de la persona, típica de la mentalidad del español “moderno” potenció este rasgo de carácter. Es extraño que siendo España un país de gran diversificación, tan quebrado y lleno de contrastes, con tantos reinos, sea el país de Europa de menos dialectos, el más uniforme. Más dialectos hay en Francia, Portugal o Italia. Este sentimiento de España de incorporarse a la lengua correcta pasó íntegro a todos los países a los que llegó la cultura española. Es una preocupación que ha ido con la cultura española misma. En Hispanoamérica se ha exaltado la preocupación y el sentimiento de la lengua correcta. La sensibilidad frente al lenguaje incorrecto es casi patológica. Se está siempre en guardia por el idioma. Desde que se nace, el hablar mal es ser víctima de la burla de todos. Hay gran preocupación por los defectos en el hablar.

ZONAS DE INFLUENCIA INDÍGENA EN LA LENGUA HISPANOAMERICANA

Las diferencias entre las diversas zonas no son grandes y están determinadas por los diversos sustratos indígenas, la época de colonización, la geografía, la inmigración, etc.

Primera zona

Comprende México y la América Central. El náhuatl es la lengua indígena más importante hablada por los aztecas y los indígenas de las mesetas centrales de México. El náhuatl-azteca es la lengua que más ha influido en el español, sobre todo en el léxico. Aunque decae rápidamente, todavía es hablada por medio millón de habitantes, de indígenas que ignoran el español, y por medio millón de bilingües.
La otra lengua indígena de esta zona es el maya-quiché, hablado en la península de Yucatán, Guatemala y Honduras. El hombre de maya-quiché reúne varias familias étnicas; la principal es el mayo. Sin embargo, el maya tiene un interés casi únicamente arqueológico. Vocablos tomados del náhuatl-azteca son: cacao, chicle, chocolate, tomate, tiza, tocayo (persona del mismo nombre), hule, jícara (tacita o vasija pequeña), petate.

Segunda zona

Comprende las Antillas españolas de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico, así como gran parte de Venezuela y la costa atlántica de Colombia. Las lenguas indígenas principales son el arawac (arahuac) y el caribe, que suelen unirse con el nombre común de “lenguas de las islas”. Tanto la población como las lenguas indígenas de las Antillas se han extinguido. El español de estas zonas tiene rasgos arcaicos y, especialmente en Santo Domingo, se asemeja mucho al de Castilla. El ser la primera zona colonizada y debido a la influencia de centros como la Universidad de Santo Domingo, la Audiencia y el Arzobispado han contribuido, sin duda, a la conservación del habla peninsular.
El arahuaco (arawac) era un grupo lingüístico que se extendía de la actual Florida del Sur a Venezuela y las Guayanas, y hacia el sur hasta Bolivia y el Brasil. Eran tribus más pacíficas que guerreras. De los arahuacos y caribes recibió el español las primeras palabras, por ser los primeros con los que tuvo Colón contacto. Vocablos conocidos son: patata, tabaco, maíz, cacique, canoa, hamaca, tiburón, sabana (llanura sin vegetación). La familia de los caribe se extendió desde el Amazonas a Florida. Los caribe eran una tribu guerrera, grandes navegantes y enemigos de todo lo extranjero. De ahí deriva el nombre de Caribe (caríbal > caníbal o salvaje antropófago).

Tercera zona

Comprende la región andina de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Norte de Chile. El quechua o quichua es la lengua indígena más importante de la zona. Se mantiene viva en la actualidad debido a la gran proporción de población que la sigue hablando.
El quechua aparece muy mezclado con el aimara (de la región del lago Titicaca, entre el Perú y Bolivia). Es muy importante la diferencia entre las dos partes montañosas en las que el español es más puro y arcaico, y las de la costa o tierras bajas (fenómeno generalizado en la América hispana, excepto en Chile).
Los quechuas eran una tribu emparentada con los aimara. Estas dos familias representaban a la raza andina, base del imperio inca, que comprendía lo que hoy es Bolivia y Perú. De los quechuas, por el camino de Pizarro, recibió el español vocablos como caucho, coca, chicha (bebida sacada del maíz), llama (doméstica del guanaco), cóndor, vicuña, pampa (llanura), papa (patata). La familia de los aimara se extiende principalmente alrededor del lago de Titicaca entre Bolivia y el sur del Perú.

Cuarta zona

Comprende Chile. El mapuche (región central y centro sur de Chile) era la lengua de los araucanos. La lengua se ha perdido y la población quedó completamente absorbida. El aparente andalucismo de esta zona coincide con el de las tierras bajas. La geografía y el especial aislamiento de Chile han dado un carácter especial a esta región, tanto en el periodo hispano como en la actualidad. Del mapuche, lengua de los araucanos, tomó el español palabras como poncho (capote de monte), guata, ruca (choza de los indios).

Quinta zona

Comprende Argentina y Uruguay. En esta zona del Río de la Plata, la población y las lenguas indígenas han sido eliminadas y solo compiten con el español los extranjerismos (principalmente italianismos) de la población inmigrante. La avasalladora magnitud de las capitales hace que sean grandes las diferencias entre el habla rural (gaucho) y la de Buenos Aires y Montevideo (porteños) muy caracterizada por el voseo y por los abundantes barbarismos (lunfardo).

Sexta zona

Comprende Paraguay y algo del norte de Argentina. El Paraguay es el país americano que con mayor vigor conserva la lengua indígena, el guaraní, hasta el punto de que la mayor parte de la población puede considerarse bilingüe. La abundancia de hispanismos en el guaraní contrasta con la escasa influencia de esta lengua en el español.
El tupí pertenece a la raza brasílida entre los ríos Paraná y Paraguay. En el momento del descubrimiento de América, estas tribus ocupaban el Brasil, las Guayanas y el Amazonas. El guaraní se mezcla en los confines con el Brasil con el tupí formando el tupí-guaraní. Fue la familia más extendida por la América del Sur. En aquel entonces cubrían los territorios siguientes: centro y sur del Brasil, Paraguay, Bolivia, Argentina y Uruguay. La lengua tupí-guaraní está saturada de más de cinco mil hispanismos léxicos, además de la fuerte influencia gramatical por parte del español en la lengua indígena. Palabras tomadas del tupí-guaraní son: jaguar (animal parecido a la pantera), ananas (los españoles también las llaman piña), yacaré (caimán), tapioca (fécula de la yuca).

ZONAS CON DIALECTISMO CRIOLLO

Negro-español (Cuba, Puerto Rico)

La gran proporción de antiguos esclavos negros en estas islas ha impuesto varias características al habla de las clases populares, principalmente en la capital de Cuba: la pronunciación de la “s” en lugar de la “r” ante consonante (casne, vendeslo), el uso de la tercera persona del singular de los verbos como única forma general (llama, hace) y la confusión del género de los sustantivos (la buey) son las variantes más importantes.

Papiamento (Curaçao, Ariba y Bonaire)

La población negro procedente de colonias portuguesas, el dominio holandés, que impuso la lengua oficial, y la influencia del español a través de los judíos emigrados a Holanda, que pasaron a las Antillas y Venezuela, son los factores que han intervenido en la formación del papiamento (negro-portugués-judeo/español-holandés), que habla casi toda la pobración de las tres islas. Papier significa ‘hablar’- Las características más acusadas son la extrema simplicidad de su gramática: sustantivos invariables, sin declinación, género ni número; reducción del verbo a una especie de infinitivo invariable, y mezcla de palabras españolas, portuguesas y holandesas.
Las primeras influencias de las lenguas indígenas en el español se deben a nombres de plantas o animales o cosas para los descubridores desconocidas. Hoy en día hay un sinnúmero de vocablos de uso corriente en la América hispana y desconocidos en España, todos de origen indígena: guajira, chacra, choclo, etc. Pero de mayor interés son los cambios fonéticos y semánticos que experimentan las propias palabras españolas usadas en Hispanoamérica. Muchas veces los empleos o vocablos creados en Hispanoamérica son más conformes con el espíritu del idioma que los que se hallan en España en uso, por ejemplo: grabadora se llama en Hispanoamérica al magnetofón, estacionamiento a lo que en España se llama aparcamiento. Factor de unidad y de conocimiento mutuo de las variantes entre España e Hispanoamérica es la difusión desde los años sesenta del siglo pasado de la literatura nueva hispanoamericana, muy leída en España, además de la labor conjunta de la Real Academia Española y las Academias nacionales de América, que trabajan para hallar soluciones léxicas comunes y dirigir la evolución coherente del idioma.

PECULIARIDADES DEL ESPAÑOL AMERICANO

Se ha dicho alguna vez que España y América son dos pueblos a quienes unen sus diferencias y a quienes separan sus semejanzas. Comenzando por el idioma, el español americano tiene ciertas peculiaridades.
El español llevado a América por los conquistadores era un español preclásico, por lo que no es de extrañar oír en América un español lleno de arcaísmos. Fue el castellano de fines del siglo XV, el usado por Juan de Mena, Jorge Manrique, La Celestina y codificado por Nebrija en su famosa gramática. Es decir, la lengua anterior al grandioso esfuerzo creador de las grandes personalidades de la literatura española del Siglo de Oro (XVI-XVII). Muchas de las tendencias evolutivas del español de entonces, que no habían llegado aún a su pleno desarrollo, evolucionaron en América de forma diferente que en España. Los arcaísmos y la tendencia a acentuar rasgos populares son dos elementos típicos del español americano. El castellano trasplantado a América ofrecía aún muchos rasgos dialectales y provinciales, aún no se había producido la unificación del periodo clásico.
La lengua española llega a América en un momento crucial de su desarrollo: es el momento en que está sufriendo sus transformaciones más profundas con el cambio o simplificación del sistema fonológico y, en general, el tránsito hacia el español moderno. Cuando se descubrió América en el 1492, el español de la Península aún mostraba ciertas ambigüedades y variaciones fonéticas medievales. La primera gramática española, de Antonio de Nebrija, fue escrita precisamente para enseñar el idioma castellano en todo el imperio español. Nebrija simplificó muchas de las complicaciones fonéticas medievales, hizo una gramática unitaria adaptada a todos. El castellano conservó así un sistema vocálico de los más sencillos y constantes dentro de las lenguas románicas.
Los primeros pobladores y colonizadores de aquellas tierras son andaluces y canarios en su mayoría e imprimen el carácter de su modo de hablar en aquellas zonas. El español americano quedó influenciado por las peculiaridades fonéticas del español hablado en el sur de España y en las Islas Canarias. De ahí las semejanzas que se encuentran entre Hispanoamérica (principalmente las Antillas) y Andalucía o Canarias. En algunos países se nota también la influencia de otros idiomas, como el italiano en Argentina.
Añadamos la intervención de las lenguas indígenas en la formación del léxico, la intervención de la predicación de los misioneros y el desarrollo posterior debido a la inmigración de diferentes provincias españolas y de países europeos (por ejemplo, la gran emigración gallega a las Antillas, a México y Argentina en el siglo XIX y XX, a la de los italianos a Venezuela y Argentina).
Unas 123 familias de lenguas indígenas han dejado huellas en el habla del español hispanoamericano. Las diferencias se produjeron también por proceder los colonizadores y conquistadores de diferentes regiones españolas que en el siglo XVI y XVII aún no habían nivelado sus diferencias idiomáticas regionales.
El español americano presenta, sin embargo, una sólida homogeneidad sobre todo dentro de los niveles cultos; las diferencias son más marcadas en las capas semicultas y las populares. A pesar de todo, las diferencias son mínimas, considerando lo enorme del territorio americano. Hay menos diferencias entre dos regiones americanas que entre dos valles vecinos asturianos, por poner un ejemplo. Los fenómenos fonéticos se repiten desde Nuevo México a Tierra de Fuego: algunas regiones denotan preferencia por éste o por el otro fenómeno, pero todos existen en todas partes y, por añadidura, todos son conocidos en el español peninsular.

Fuente: El español de América - Justo Fernández López - Historia de la literatura hispanoamericana

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